Roma – Istanbul [2017]

Hay ciertas historias que deben permanecer inconclusas, por un tiempo. Aveces la ruta te puede sacar los sentimientos más profundos, quizás noticias inesperadas lleguen a medio viaje y tengas que volver a casa antes de lo esperado.


  • Abril – Julio, 2017
  • 5,000 km
  • Equipo:Lia Labarthe y Antonio Gallardo
  • Duración: 5 meses

Comparto los primeros capítulos, de este gran viaje, hasta ahora el más largo y también advierto que el final de este relato quedará pendiente.

1. Tesis, piedras y trotamundos

En agosto de 2016 decidí renunciar a mi trabajo habitual, con el pretexto de darme el tiempo para acabar mi tesis y poder titularme, una tarea que llevaba cuatro años postergando y finalmente logré el 2 de marzo de 2108; por otro lado llevaba mucho tiempo esperando un viaje largo en bicicleta, no de dos meses, ni de tres, ni de cuatro, sino de lo que tenga que durar, sin prisas, sin pasaje de vuelta, sin pendientes en casa, sin fechas ni preocupaciones. Un viaje que realizaría a lado de Lia (mi novia en ese momento).

Justo una semana después de presentar mi examen profesional, repentinamente apareció un extraño y fuerte dolor al momento de echar la firma, una noche incómoda, pero a la mañana siguiente el dolor se había ido. Después de una semana de análisis y ultrasonidos, se definió que tuve una piedrita en el riñón, salió esa molesta noche y que por fortuna ya no había más; aún un poco asustado fui a ver al doctor quien sabía de mis deseos de viaje, se aceleró diciendo que me dejaría listo, con riñones nuevos para que eso no volviera a pasar. Todo comenzó con una alimentación restringídisima en la que ni fruta podía comer; la finalidad: eliminar toda la toxina del cuerpo.

A la mañana siguiente sucedió una situación extrañísima: me despierta el timbre de casa, es un uber con una caja (no sabe para quién es, quién lo manda, solo la dirección; acepto la caja, la abro: un paquete de comida orgánica, con todo lo que me recetó el doctor, asumo inmediatamente que fue Lia, pero no, resulta que todo fue un error y por accidente acabo en mis manos, aunque cuando me entero ya me comí un tercio de la caja.

En menos de dos semanas mis riñones estaban listos, conseguimos unos boletos baratos y afinamos los últimos detalles de las bicis. Yo saldría dos semanas antes que Lia pues haría una parada en NY para surtirme de equipo necesario y otra en Londres, donde visitaría  a Mariana, mi talentosa hermanita, que estudiaba en LSE. Para finalmente reunirme con Lia el 26 de abril en Roma y empezar el trayecto en bicicleta.

2. Nueva York: cajas, lluvias y dólares

Finalmente llegué a NY, los primeros días fríos y con tormenta complican la bienvenida, pero tengo que admitir que tiene su encanto ver la ciudad llena de neblina, estaré siete días que parecen suficientes para llenar mis listas de recomendaciones y deseos por la ciudad, a los tres días el clima ha mejorado notablemente, la primavera ha llegado y he podido perderme por distintos barrios y calles, claro, también museos y restaurantes. Me estoy hospedando en Queens con Marcela, la prima de mi papá, quien me ha facilitado la estancia notablemente: desayunos, consejos, paraguas, aventones y mucho amor.

Casualmente me encuentro con una amiga, nos vemos uno que otro día, paseamos, cenamos, conozco a su gente; sin darme cuenta el tiempo se me acabó. Me despido del Nuevo York, en un Central Park soleado lleno de gente que celebra la entrada del sol después de meses de frío.

Intento empacar tranquilo y de la manera más organizada, he adquirido equipo de camping y lo pongo en la caja de la bicicleta. Mi avión sale de Newark Airport, bastante lejos de Manhattan, compro un boleto en línea para tomar un camión que me dejará en la entrada del aeropuerto, he salido con tiempo rumbo a la punto de salida del bus en Bryant Park; he caminado y viajado en metro con un par de maletas ligeras y la enorme caja que contiene a mi bicicleta (mi futura casa), en la web del camión anuncian que las salidas son cada quince minutos, pero llevo más de una hora esperando; varias personas en la fila han optado por compartir un Uber para acelerar la llegada y no perder el vuelo pero yo no figuro entre los seleccionados con mi caja XXL. Consigo tres voluntarios desesperados por llegar al aeropuerto y pido un uber grande (5 veces más caro que el bus), llega una Toyota cuando ve mi caja y que somos 5 se niega a darnos servicio —huye—; repito la operación y llega exactamente el mismo modelo de camioneta, pero esta vez el chofer hace todo lo posible para acomodarnos. Vamos una hora tarde, somos una chica de Zimbabwe, una pareja de Latvia, el chofer de Nepal y yo. Me bajo antes, pues mi terminal queda primero, llego al mostrador para documentar mi equipaje, (había reservado con antelación el lugar para mi bici pero al momento en que pesan la caja =36kg, ¡El límite de peso en cualquier equipaje es 32, si no hago algo al respecto tendré que trasladarme 3km a una zona específica de cargo. Decido abrir la caja, con las prisas me corto el dedo con la navaja; mientras sangra, intento intercambiar cosas pesadas de la caja por ropa de mi maleta: sacó el u-lock, la tienda, entre otras cosas=32 kg —¡Lo logré!— pero me informan que la cuota pagada es para 23kg, otros cuantos dólares por sobrepeso: discusiones, sangre, gritos y descontentos pero termino pagándoles. Entre las prisas y el intercambio de maletas llevo varios cuchillos en el equipaje de mano sin querer, me pongo un poco nervioso antes de pasar seguridad, pero a este punto me da igual si me las quitan, no digo nada y logro burlar los scanners de los Estados Unidos de Norteamérica. ¡Pasé con seis navajas a un avión!

3. Relatos de avión y maletas perdidas

Después del cardiaco día en NY y sin poder conciliar el sueño a media noche me encuentro en el avión rumbo a Londres, logro dormir media hora y repentinamente prenden las luces para ofrecer comida, me sorprende pues dieron de cenar hace dos horas; me dan un sándwich y me ofrecen algo de tomar; pido una cerveza y la sobrecargo contesta; For real? It’s breakfast! Ya estoy en Europa, llego a Londres y me informan que la aerolínea olvidó mi maleta (más no mi caja) en la escala express en Portugal. Tardará dos días en llegar.

Mariana me ha indicado cómo llegar a su lugar, tomo un tren y me reúno con ella, nos extrañamos pues no la veo desde agosto, ya más tranquilo, recuerdo que tengo un seguro de viajes para ese tipo de retrasos de equipaje, hablo y me confirman que tengo derecho a gastar 1,000 dólares en productos de higiene y ropa.

A la mañana siguiente me voy de compras con Mariana y Alan Covent Garden, me siento señora rica haciendo shopping, compro sin ver los precios. Les compro un par de calzones nuevos y demases a mis hosts, al parecer era lo que más necesitaban.

4. Tierras italianas

Como todo viaje en bicicleta, la ruta resultó ser todo, menos lineal. Mi idea original era aprovechar el precio aéreo a Roma y llegar en bicicleta a Bari en menos de 5 días, pero una serie de circunstancias y consejos (muchos de Andrea Maccarone, italiano, que me inició en esto del biciviaje hace 6 años), convirtieron el tiempo de estadía en más de un mes.

Todo arranca en Fulmicino, Lia y yo llegamos con media hora de diferencia al aeropuerto, ella de NY y yo de Londres. Lo usual es armar las bicis afuera del aeropuerto y checar si hay algún daño pues las cajas suelen llegar un tanto golpeadas, por suerte tenemos el dato de Valerio (un chef que cocina delicioso pero en realidad se dedica a armar bicis de todos los tipos: altas, utilitarias y divertidas). Ha venido por nosotros con un cargo bike y dos bicis extras, así que subimos nuestras pesadas cajas y pedaleamos en sus bicis a un taller subterráneo en donde contamos con las herramientas para ensamblar tranquilamente todas las piezas.

Valerio resulta ser un increíble host, nos acoge en su apartamento, nos presenta a más romanos, cenas exquisitas, el viernes nos invita a unirnos a la masa crítica (versión italiana del evento en San Francisco, al que fui hace 4 años para celebrar el XX aniversario). Esa misma noche llega Kher, una ciclista de Malasia, que también se queda con Valerio. Días después vamos en tren a Castel Gandolfo, para disfrutar el lago y regresar en bici a la ciudad por los antiguos caminos romanos.

Después de conocer a varios italianos nos llenamos de consejos, y no queda duda que debemos ir a Nápoles. Partimos, es la primera vez que Lia se sube a la bici con todo el equipaje. El camino en su mayoría plano nos lleva por tierras del queso de búfala y nos introduce a otra Italia. En 3 días llegamos a Nápoles, nos recibe Francesco, un warmshower (Warm Showers es una red para ofrecer posada o ducha a viajeros en bicicleta), su lugar en el centro de la ciudad es una casa padrísima cercana al mar; nos ha propuesto que preparemos un platillo mexicano; Lia se ingenia una especie de pimientos en nogada que nos hacen quedar de maravilla.

En lugar de dirigirnos directamente a Carpino (pueblo en la costa opuesta de donde Andrea nos ha dado la llave de la casa deshabitada de su abuela) nos aventuramos a la costa de Amalfi, el camino se torna “hilly” y nos tocan varios días lluviosos, pero la montaña es seductora y nos premia con una costa increíble.

Después de empaparnos en la mar intentamos, sin éxito, esquivar las subida rumbo al Adriático; Italia es variada y nos cuesta acostumbrarnos a sus horarios y tanta pizza.

Lo logramos después de 300km, subidas y sol; llegamos a dos días de descanso en Carpino, un pueblo sencillo, encantador y sin turistas; en varios momentos nos creemos que vivimos ahí, pero el perro del vecino me suelta una mordida. Por mera casualidad coincidimos con el Giro d’ Italia en Peschici, ciudad vecina, a la que nos vamos en bus y entre tanto movimiento perdemos el tren de regreso, por suerte agarramos un raite a casa.

La ruta continúa: un par de días de 90km y una parada en Fedex donde hasta nos bañamos; nos han traído a Bari en un santiamén. La ciudad es grande y aún seguimos sin saber dónde pasaremos la noche. Después de varias llamadas con Giangi (buen amigo de Andrea y Valerio) conectamos con Corrado, el mero mero de la CicloSelvaggio (bike kitchen) además es el organizador de la Ciemmona, ahora la masa crítica anual en Italia. Aún falta una semana para el evento pero nos acomodamos en el lugar: un ex cuartel de entrenamiento militar ahora okupado. Ese mismo día llegan tres franceses: Arnaud, Noemí y Damien; hablan español a la perfección y pasamos 3 días ayudando en lo posible para la preparación del evento, Lia se bautiza en la práctica del Dumpster Diving y cocina unas alcachofas para compartir. Después de tres días de pausa, un poco desesperados por seguir avanzando nos llenamos de consejos y nos subimos con las burras a un tren que nos da el empujón al tacón de la Italia: Salento, que nos impresiona con playas paradisiacas de todos los tipos: rocosas, boscosas, de arena y piscinas naturales; aún sin llenarse del turismo veraniego. Ya va más de un mes desde que salimos y una mañana se rompe un rayo, desafortunadamente mis refacciones quedan cortas, y tras buscar solución, un viejo en el oficio logra aumentar la longitud a martillazos para poder continuar.

Después de una semana volvemos a Bari justo a tiempo para los primeros eventos de la Ciemmona, por primera vez en el viaje nos sentimos en casa, conocemos a la gente, nos hemos encariñado, aparecen varios de los amigos de Roma. La Ciemmona se siente más viva, visitamos la Cicloficcina, que nos permite darle una merecida shaineada a las bicis, donde Corrado nos deja boquiabiertos con su ingenio y generosidad.

Campamento, yoga, gente de todo el mundo, comida comunal y muchas bicis locas (culebras, altas) unas más lindas que otras, instalaciones sonoras han llenado el lugar, rodar por Bari gritando y brindando con cerveza hacen de La Ciemmona algo único.

El ferry a Croacia y las fechas, nos impiden quedarnos al último día, con un poco de lágrimas nos despedimos de nuestra familia de una semana. Lo que Italia nos deja es un montón de amigos, nos hemos subido al barco y amaneceremos en otro país.

Nota: Las siguientes líneas son bastante confusas, y llenas de nombres. No son cruciales para entender el relato pero nos pareció divertido compartir como estas coincidencias fueron modificando la travesía en Italia, aunque aveces de maneras muy sutiles.

1. El día que conocemos a Kehrr nos sugiere pasarnos el contacto de la persona con la se quedó en Nápoles. En el momento no tenemos planeado ese destino por lo que le agradecemos sin más. En Nápoles y por otras razones terminamos en casa de Francesco (el mismo que Kher sugirió). Por si fuera poco tenemos que salir apresuradamente de su casa, Lia no se logra despedir de él, sin embargo unas horas más tarde lo encontramos caminando en la carretera rumbo a Pompeya.

2. Una noche oscura Lia pide información para pasar la noche afuera de una iglesia, una señora habla con otro señor que habla con otra señora que nos lleva a una reserva ecológica, donde Giuseppe nos recibe de la manera más amable; este personaje había conocido a Giangi tan solo un día antes en el tren, intercambiaron teléfonos pues a los dos les interesa el tema ciclista. Así que cuando llegamos le marca para contarle que está con un par de bici viajeros mexicanos, a lo que Giangi responde preguntando si son Toño y Lia, quedando como una especie de mago. Tomamos el teléfono y nos dice que debemos coincidir en la Ciemmona en Bari. (Era amigo de Andrea, quien le había contado de nosotros.) Ni siquiera pensábamos en ir a la Ciemmona y finalmente por factores externos nos quedamos y tuvimos el placer de que sus palabras de hicieran realidad.

3. Francesco nos mencionó a un amigo del bici-viaje: Massimo, lo conoció hace un mes en persona pero llevan años de intercambiar llamadas pues los dos son Warmshowers. Un mes después ya en medio de la Ciemmona, rodeados por unas 800 personas, se acerca un personaje a platicar con nosotros, al poco tiempo nos damos cuenta de que es Massimo. No solo eso, sino que emocionados por el acontecimiento le pedimos a Arnaud que va pasando por ahí (totalmente al azar) que nos tome una foto con este personaje y justo antes de hacer click a la foto se da cuenta que unos años atrás se había quedado en su casa.


Las historias se deben contar como suceden, este relato lo escribimos Lia y yo, y  es solo un resumen de nuestra percepción, el viaje fue mucho más que las líneas anteriores; este es solamente un esfuerzo por plasmar lo que vivimos y como advertí al inicio: Esta historia continuará… (falta mucho por relatar: Los Balcanes, Grecia, Bulgaria, la llegada a Istanbul y la vuelta a casa)