Europa Central [2014]

La aventura comenzó el 2 de julio de 2014,  después de algunos meses de una supuesta planeación y discusiones de ruta, llegamos por separado a Berlín; pasaríamos varios días en la ciudad y posteriormente arrancaríamos hacia Polonia.


  • Julio – Agosto, 2014
  • 3,000 km
  • Equipo: Emanuel Díaz, Fernando Espinosa de los Monteros, Enrique de la Sota y Antonio Gallardo
  • Duración: 55 días

Hubo algunos detalles mecánicos que alargaron la estancia en Berlín,  una vez listos arrancamos, pero la lluvia decidió salir con nosotros, si bien veníamos preparados, ninguno lo tomó con gusto, fue una semana de fuertes tormentas en la que aprendimos que en la vida de viaje hay que adaptarse a cualquier imprevisto.

Un nuevo ritual comenzó: levantarse a las 7:00 , guardar todo el equipo, juntar leña, hervir el agua, preparar café y esperar a ver que platillo proponía el chef Emanuel para desayunar. Más o menos a las 10:30 solíamos salir para rodar entre 50 y 80 km dependiendo de la lluvia, el sol y las ganas de cada uno. En este trayecto siempre me quedaba hasta atrás, un mal ajuste de altura en el sillín me había lastimado la rodilla.

Conforme entramos a Polonia el idioma intentó convertirse en una barrera de comunicación, aún así nos quedamos incontables ocasiones con gente local que accedía a compartir su jardín con nosotros, gente cálida que sacaba el vodka, las cervezas, el pan y los embutidos para alimentar a cuatro ciclistas mexicanos. Ya sabíamos perfecto decir Dziękuję, Proszę, Lody y Cześć. 

Rumbo a Eslovaquia, mi rodilla mejoró,  los paisajes se tornaron más verdes y por momentos las ciudades desaparecieron: Los Tatra nos asustaron de más, enormes e imponentes pero los cruzamos de volada, los euros regresaron y también tuvimos nos cruzamos con increíbles personas que nos contaron de su vida; su inglés era algo malo pero sus gestos perfectamente entendibles.
Sin darnos cuenta ya estábamos en Budapest, las fronteras ni se sentían; la ciudad nos hipnotizó. Por lo que decidí quedarme una semana más mientras el resto del grupo se fue un festival en el bosque.

El día del reencuentro llegó, esperé horas en una esquina, cual vagabundo, en un pueblo llamado Támasi…  extrañaba a mis amigos y también los kilómetros diarios de bici…. Arrancamos la segunda parte del viaje con un chapuzón en la única playa húngara que en realidad, es el enorme lago de Balaton. De ahí los días se fueron volando: como olvidar esa noche a los pies de un viñedo donde vivimos una de las noches más lluviosas: los fuertes vientos apagaban el fuego; el espagueti= catástrofe; nos quedamos sin cenar. Para pronto las cosas mejoraron, un entrenador de caballos nos recibió con sopa y vino de la región.Edificios imponentes, buena onda y un río que divide a Buda de Pest, me impedían dejar una ciudad mágica, no quería partir, pero la ruta tenía que seguir. En el ínter de la ciudad y el punto de encuentro con mis colegas estuve un par de días con una familia productora de vinos.

Nos despedimos de Hungría y entramos a Croacia, después de días de rodar con calor extremo y un sol pegador… La gastronomía cambia notablemente, el pan mejora. Surge una pausa en la capital: Zagreb, no dormimos pero bailamos. Se nos une un Michał Rypina, viajero polaco, las nuevas tierras aderezan el viaje, nos cruzamos con cascadas hermosas pero llenas de turistas..

El camino sigue y llegamos al Adriático, me es imposible no celebrar con un clavado en la mar. Las playas nos seducen a tomar el sol al que tanto temíamos, nadamos por horas.

La gente nos ve raro, nos llaman aventureros pero nos invitan a su hogar, ganas no faltan para quedarse ahí por semanas enteras pero el tiempo se acaba. Llegamos a Trogir: Fiesta en un castillo de 800 años, descansamos un día y parto solitario rumbo a Dubrovnik, recorro la muralla, me aviento de un risco y regreso con el grupo.

Cerramos los ojos en un barco y amanecemos en tierras italianas, opulencia y turismo nos decepcionan por momentos, pero la buena masa de pizza nos saca una sonrisa, el buen café nos anima y el prosciutto nos deleita con su bajo precio. Las cosas cambian en Ravena, belleza de ciudad, los amigos nuevos no hablan inglés pero el italiano y el español se llevan bien. Funk en la montaña con banda local.

Cerramos un a finales de agosto en Ferrara: Fernando y Emanuel se fueron a Venecia a tomar su avión; y Enrique y yo rodamos hasta Milán donde también nos esperaba un boleto a México.