[octubre 24 – diciembre 22]
Hace unos 60 días estaba cruzando la frontera tayika cubierto de toda la ropa posible, hoy veo palmeras desde la ventanilla del Darjeeling Mail, en India. En ese lapso se han cruzado tres países y cientos de historias.
Kirguistán
Es 24 de octubre, un jeep nos ha empujado unos kilómetros desde Murghab hasta Osh. Las leyendas dicen que esta ciudad es más vieja que la misma Roma.
Por lo pronto, Osh nos recibe con una dosis de occidentalismos: espressos, cervezas y duchas calientes; si bien, no son de vida o muerte agradezco estos pequeños lujos.
Vamos a pedalear hasta Almaty en Kazajistán, me siento inspirado después de la hazaña del Pamir, son unos mil kilómetros desde aquí y nos han hablado maravillas de estas dos repúblicas ex soviéticas.
Arrancamos con caminos aburridos y una noche pesadilla en la casa de un pastor alcoholizado. A los pocos días los paisajes mejoran, el río Naryn hipnotiza con sus verdiazules tonos, curvas, subir, bajar, volver a subir, lluvia, niebla; por primera vez en el viaje no hay prisa alguna, si antes pretendíamos evitar el frío, ya no hay razón para correr.
Esta paz y los particulares paisajes llenan mis kilómetros de pensamientos nostálgicos: México, los primeros biciviajes, música olvidada, ese amor pendiente, recuerdos de la infancia. Y también es tiempo de cuestionarnos que sigue después de llegar a Almaty: ¿China, India, Vietnam?
Sabemos qué hay un paso (cumbre) pendiente antes de llegar Bishkek, pero no le damos importancia, empiezan a aparecer pinos en el camino, estamos de nuevo a 4000 metros de altura, la nieve cubre todo el panorama.
Son las tres de la tarde, apenas podemos abrir la lata de sardinas, comemos temblando, parece imposible poder seguir. El frío ahora es húmedo y a donde volteemos es blanco. Nos rescata un camión de carga que nos avienta hasta Bishkek, la capital kirguisa; arquitectura brutalista, un sauna soviético (en donde los hombres se golpean la espalda unos a otros con un manojo de hierbas aromáticas, mientras gritan y aplauden dentro del vapor) y un reencuentro con amigos biciviajeros de Polonia que conocimos dos meses atrás.
Kazajistán
Nos falta tres días, el último empujón para llegar a Almaty y que mejor que llenarlos con una acampada en la nieve, atardeceres mágicos, muchos caballos y buenas carreteras…
Llegamos a tiempo y nos salvamos de pedalear en una tormenta de nieve que cubre la ciudad por los siguientes días. La ex capital kazaja resulta muy divertida, vida nocturna (después de meses sin ella), la enorme pista de hielo Medeu y un extenso resort de invierno para esquiar (deberían venir, los precios están regalados respecto a otras partes del mundo).
Almaty cierra la primera parte de esta travesía, me siento en deuda con la hospitalidad de los pueblos de Asia Central. El recuento a tres meses de arrancar: dos cuadros gripales, cuatro mil kilómetros, siete países, sólo tres pinchazos, cinco rayos, y muchísimas familias generosas. Sabemos que queremos volar a un lugar más cálido y de nuestras múltiples opciones gana el combo India-Myanmar; los stán todavía no se acaban tomaremos un avión a Hindustán.
India
Viajar es desconectarse y conectarse continuamente. Es meditar en la montaña en silencio y llegar al caos de Delhi, es sentir la nieve en los pies y viajar un par de horas de -15 a 28 grados centígrados; es llegar a un país en el que cada esquina es una foto, con templos por doquier, variantes culinarias, mercados, un sinfín de sabores y olores. Todo es saturación, hasta el 4G ilimitado por unas cuantas rupias no es tan buena idea como suena.
Después de varios días y nuevos amigos en esta particular ciudad, emprendemos ruta hacia el Este: Parada obligada en Agra, para ver por segunda vez el Taj Mahal, reconocer que es impresionante y que aveces también soy turista aunque no me guste.
Son las recomendaciones de desconocidos las que van armando el camino: Gwalior con un colorido fuerte al que logramos subir en bici, Orchha un lugar tranquilo y maravilloso pero no tan popular y Khajuraho con sus templos que muestran la pura gozadera en sus eróticas fachadas.
Después de varias semanas concluimos que India no es tan barata como parece, que la curiosidad de los indios y el hecho de que haya un pueblo tras otro dificultan acampar, que el aire sucio nos desgasta pero que aún así podemos rodar casi 400km en tres días si nos los proponemos.
Pareciera que mientras avanzamos el caos se va triplicando. Llegamos a Varanasi con un ruido permanente, calles intransitables incluso en bicicleta y un río sagrado que si bien está conectado con la muerte está mucho más vivo que otros; lavanderías, duchas, crematorios, paseos en canoa, templos…. todo esto sucediendo en El Ganges, a pocos metros uno de otro.
El gran tamaño de India está extendiendo demasiado nuestra estancia por este país, nos subimos a un tren, algunos le dicen trampa, pero viajar en ferrocarril por acá es toda una experiencia y más leyendo a la par El gran bazar del ferrocarril de Paul Theroux, que aunque lo escribió en 1975 muchas cosas siguen vigentes.
Estamos en Kolkata, originalmente estaríamos un par de días, mas repentinamente recuerdo que es el último lugar para tramitar la visa tailandesa: catástrofe, papeleos innecesarios, llamadas… en resumen once días en una ciudad a la que preferiría no volver.
Una vez más afirmo que el viaje no es para los impacientes; hay que hacer tierra y vivir la ciudad más cotidianamente, ir al cine, pedalear la ciudad, perderse, salir al mercado, tomar un ambassador taxi y aceptar las dos horas de tráfico que implica moverse a motor, para finalmente escapar en tren hacia las plantaciones de té en Darjeeling, al Norte de India.
Hace no mucho otro viajero me mandó estas líneas.
Dude everyday I just consider how incredibly lucky I am to be able to spend a whole year just cycling around and taking photos.
Me quedo con eso, ¡Que siga la travesía!
P.D. Feliz Navidad